martes, enero 30, 2007

Desgracia a la pantalla

En estos días debe de haber comenzado el rodaje de Disgrace, la adaptación de la novela homónima de John Maxwell Coetzee. El papel del profesor que se involucra con una de sus alumnas, que en un principio iba a recaer en Ralph Fiennes, fue asignado finalmente a John Malkovich. Steve Jacobs, conocido sobre todo como actor de cine y televisión, es el encargado de la dirección. Jacobs tendrá a Anna Maria Monticelli como guionista. La pareja trabajó junta anteriormente en La Spagnola, de 2001, que, según he leído, es un filme bastante mediano.
Se espera mucho de Malkovich, quien, pensadas bien las cosas, encaja perfecto en el rol del extraño profesor David Lurie. Por otro lado, roguemos a Dios para que ilumine a Jacobs y no eche a perder tan excepcional novela.
Se supone que el estreno se realizará a mediados de año. Si Papa Noel existe, en el Perú tendremos la película en Navidad. Sin duda sería un bonito regalo.

lunes, enero 29, 2007

El hablador

El último número de El hablador trae, como siempre, diversos artículos de interés (especialmente el de Julio Teodori sobre la compilación de Álvaro Sarco Alberto Hidalgo, el genio del desprecio). La novedad de esta edición es la Bitácora de El hablador, un blog con comentarios abiertos a los lectores.
Imperdible la entrevista a Enrique Congrains (en la foto). Al ser preguntado sobre las razones de su exilio, Congrains dice:

"Me he hecho esta pregunta muchas veces. Creo que ha habido mucho afán exploratorio y mucha intuición de supervivencia. Soy muy consciente de que si me hubiera quedado a vivir en el Perú, hubiera terminado muerto por cualquier operación represiva. Para mí, tanto o mas que la literatura, la actividad política ha sido un polo de atracción muy fuerte. Descubrí que en el Perú no podía vivir sin actividad política. De quedarme, hubiera sido senderista y, de hecho, hubiera muerto, porque yo no era de los me quedaba boca a boca, sino de los que pasaba a la acción".

En la sección creativa me sorprende gratamente la presencia de mi amigo Javier Munguía, con un relato sobre, cómo no, su adorado Xavier Velasco. Javier administraba el blog Buenos modales y ahora conduce Modales de mi piel, donde hace poco posteó el famoso vídeo de Youtube que muestra el instante en que es desplantado por Mario Vargas Llosa durante una firma de libros en la Feria de Guadalajara de 2005. Recomendado para vargasllosianos. Un desplante así se debe enmarcar en pan de oro.

lunes, enero 22, 2007

Muñoz Molina sobre Borges y Bioy


Realmente exquisito el artículo que ha publicado Antonio Muñoz Molina sobre los diarios de Adolfo Bioy Casares sobre Jorge Luis Borges, que acaban de aparecer en España. El autor de El invierno en Lisboa dice sobre los argentinos:
"En aquellos años de aprendizaje y sobresalto Borges y Bioy me enseñaron no sólo a escribir y a leer, sino también a mirar el mundo. El estilo es el hombre, y es también la mirada. El modelo de Borges y Bioy contenía un valioso antídoto. Educado en la ironía de esa literatura, en el desdén hacia lo consabido y lo aceptable de aquellos dos autores, ¿cómo iba uno a creerse las proclamas virulentas de los iluminados políticos, la vanagloria disfrazada de compromiso de tantos literatos, la incontinencia verbal que pasaba por riqueza inventiva en tantas novelas?".
Y sobre el boom latinoamericano Muñoz Molina afirma:
"Novelas como Cien años de soledad o La casa verde o Rayuela o El siglo de las luces mostraban de pronto que la literatura podía ser formalmente audaz y a la vez gozosamente inteligible, y que el retrato esplendoroso del mundo real y el gusto por las historias no excluían la intención política. El efecto sobre la literatura española fue inmediato, aunque no siempre se haya reconocido en toda su amplitud: en cada una de las mejores novelas de aquellos años ―Si te dicen que caí, de Juan Marsé; Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes; La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, entre otras― la influencia liberadora de la narrativa lationoamericana es tan visible como la distancia que las separa de la inmediata tradición española, contaminada de un penoso provincianismo franquista".
El artículo completo (no se lo pierdan) aparece en el primer comentario de este post.

jueves, enero 18, 2007

Aniversario de Lima

Vamos por el centro, mi amigo y yo, en la especie de sonambulismo que realizamos cuantos vivimos cobijados por este cielo gris, sucio y vulgar del invierno; vamos y venimos sin ton ni son, sin saber por qué, desde la esquina de San Juan de Dios hasta la esquina de la Merced; y volvemos desde la esquina de la Merced hasta la plazuela de San Juan de Dios. Son las doce del día en Lima. Un cañón ha marcado con heroica sonoridad la hora. Aquí las cosas se marcan a cañonazos. Nadie nos llama la atención, vagamos sin inquietud, sin curiosidad, sin atisbos, así, como limeños, como peruanos, como sudamericanos... Vemos, al pasar, lo de siempre, lo que toda la gente ve, en Lima, a esa hora, por la misma calle (Abraham Valdelomar).

Sol amplio, duro, del acabar de febrero. No hay sombra posible en este mediodía, artificial, exacto, inalterable. La noche no llegará nunca. Son las dos de la tarde, y el sol aún está a la mitad del cielo en una atracción, terca y boba de la tierra. Resplandece el yeso de las calles —el blanco, el amarillo, el verde claro, el azul celeste, el gris perlino—, los colores perfectos, prudentísimos, de las casas de Barranco (Martín Adán).

Sobre el cerro San Cristóbal la niebla había puesto una capota sucia que cubría la cruz de hierro. Una garúa de calabobos se cernía entre los árboles lavando las hojas, transformándose en un fango ligero y descendiendo hasta la tierra que acentuaba su color pardo. Las estatuas desnudas de la Alameda de los Descalzos se chorreaban con el barro gormado por la lluvia y el barro acumulado en cada escorzo. Un policía, cubierto con su capote azul de vueltas rojas, daba unos pasos aburridos entre las bancas desiertas, sin una sola pareja, dejando la estela fumosa de su cigarrillo. Al fondo, en el convento de los frailes franciscano, se estremecía la débil campanita con un son triste (José Diez Canseco).

Olvidarse de la luna
Que se asoma a veces sobre Lima
Y arroja un cono de amargura
Una pirámide doliente
Hecha de polvo y llanto suspendido
(Jorge Eduardo Eielson).

No reina en Lima la abierta controversia sino el chisme maligno, no ocurren revoluciones sino opacos pronunciamientos, no permanece el inconformismo sino que el espíritu rebelde involuciona hasta el conservadorismo promedio. La juventud imaginativa, iconoclasta y desordenada termina por sentar la cabeza (Sebastián Salazar Bondy).

Mi amor fue limeño, mortecino y desesperado como la garúa (Luis Loayza).

Medio día. Plaza San Martín: bocinas, pitos, ultimoras, tranvías bulliciosos. El cielo, pesado y ardiente, sofoca (Oswaldo Reynoso).

Memo recordaba con nostalgia sus paseos de antaño por calles arboladas de casas bajas, calles perfumadas, tranquilas y silenciosas, por donde rara vez cruzaba un automóvil y donde los niños podían jugar todavía al fútbol. El balneario no era ya otra cosa que una prolongación de Lima, con todo su tráfico, su bullicio y su aparato comercial y burocrático. Quienes amaban el sosiego y las flores se mudaron a otros distritos y abandonaron Miraflores a una nueva clase media laboriosa y sin gusto, prolífica y ostentosa, que ignoraba los hábitos antiguos de cortesanía y paz y que fundó una urbe vocinglera y sin alma, de la cual se sentían ridículamente orgullosos (Julio Ramón Ribeyro).

Abatido entre Lima y La Herradura
(El rincón de Hawai a diez kilómetros
de la eterna ciudad de los burdeles),
un crepúsculo de rouge cobra banderas,
baptisterios barrocos y carcochas.
(Luis Hernández).

El mar está muy cerca, Hermelinda,
pero nunca tendrás la certeza de sus aguas revueltas, su presencia
habrás de conocerla en el óxido de todas las ventanas,
en los mástiles rotos,
en las ruedas inmóviles
en el aire color rojo-ladrillo.
(Antonio Cisneros).

y debo caminar pudriéndome por quedar bien contigo mientras vamos paseando por Tacora entre prostitutas y ladrones
que no logran robarnos nada porque nada tenemos pero tenemos hambre y comemos ciruelas
y corremos fugándonos sin cancelar la cuenta
y otra vez estamos en la plaza San Martín frente al caballo inmovilizado por las cámaras de los turistas
sin saber dónde ir ni qué ómnibus tomar
sin saber cómo ni cuándo apareciste en Lima sorpresivamente como esas pocas lluvias que llegan para lavarnos de la duda
(Enrique Verástegui).

A Lily le gustaba ir todas las tardes a esa esquina del parque Salazar alborotada de palmeras, floripondios y campanillas desde cuyo murito de ladrillos rojos contemplábamos toda la bahía de Lima como contempla el mar el capitán de un barco desde la torre de mando. Si el cielo estaba despejado, y juraría que aquel verano el cielo estuvo siempre sin nubes y el sol brilló sobre Miraflores sin fallarnos un solo día, se divisaba allá al fondo, en los confines del océano, el disco rojo, llameando, despidiéndose con rayos y luces de fogueo mientras se ahogaba en las aguas del Pacífico (Mario Vargas Llosa).

Toda la literatura peruana podría dividirse en dos tendencias: los endiosadores y los detractores de Lima. La verdadera ciudad probablemente no es tan bella como dicen unos ni tan atroz como aseguran los otros (Mario Vargas Llosa).

Vivo dos o tres años en la casa que mi abuelo ha construido para que nazcan los hijos e su hija. Esa casa queda al lado de otra casa, para la otra hija, y de otra casa para descendientes notables o amigos de la familia venidos a menos. Todas estas casas quedan la lado del caserón de mi abuelo y, mala suerte, poco tiempo después, el APRA, partido de multitudes populares totalmente opuesto a mi abuelo, por ser este descendiente de virreyes o presidentes de derechas, funda La Casa del Pueblo al lado de la casa del “último Echenique”, como se le solía llamar a mi abuelo en Lima. Nos mudamos todos, menos él, pues decide no moverse jamás de ahí para que el APRA y sus multitudes populares no vayan a pensar que les tiene miedo. Durante años, lo visito y lo admiro los domingos, entre el estruendo de música popular que proviene de La Casa del Pueblo, para joderle los domingos a mi abuelo (Alfredo Bryce Echenique).

viernes, enero 12, 2007

Adopte una gárgola por Shakespeare

Así como los limeños podíamos adoptar un balcón para contribuir a su mantenimiento hasta hace unos años atrás, los ciudadanos de Stratford-upon-Avon, Inglaterra, están facultados para adoptar una gárgola, a fin de enfrentar los daños que exhibe actualmente la iglesia de la Santa Trinidad, donde fue bautizado y enterrado William Shakespeare. Los funcionarios de la iglesia esperan recaudar dos millones de dólares no solo entre los admiradores locales del escritor, sino entre los fanáticos shakesperianos de todo el mundo.
Los múltiples deterioros del local se pueden ver en el campanario, el chapitel, las ventanas, el techo del coro y toda la estructura de madera carcomida por los escarabajos. La iglesia, construida en el siglo XIII, es el edificio más antiguo de Stratford-upon-Avon y atrae a millones de visitantes anualmente, afanosos por conocer el lugar de descanso del autor de Hamlet.
Los encargados de esta campaña, que se hacen llamar Amigos de la Iglesia de Shakespeare, han creado una página web con datos, fotografías y una cuenta para hacer las donaciones. Se puede curiosear en el portal haciendo clic aquí.

sábado, enero 06, 2007

Literatura infantil

Resulta curioso que autores dedicados a la literatura infantil o juvenil hayan tenido muertes horrendas. En este post incluyo los casos de Esopo, Hans Christian Andersen, James Barrie, Emilio Salgari y Antoine de Saint-Exupéry.

Esopo fue esclavo del filósofo Janto, quien le dio la libertad admirado por su cultura y talento oratorio. El fabulista fue admitido prontamente en los círculos aristocráticos de su tiempo. El regente Creso le confió algunas tareas diplomáticas, una de las cuales fue transportar oro que debía distribuirse entre los sacerdotes de Delfos. Esopo no entregó la carga, lo acusaron de robo y murió asesinado.

Hans Christian Andersen (en la imagen), autor de "El patito feo" y "La sirenita", obtuvo en vida los mayores honores para un escritor. En 1886 fue declarado Consejero del Estado y un año después fue nombrado Ciudadano Ilustre de Odense, su ciudad natal. En 1872, a los 67 años, tuvo un accidente muy extraño: se cayó de la cama y el impacto le produjo graves lesiones. Andersen nunca pudo recuperarse del golpe y murió en 1875.

James Barrie, autor de Peter Pan, fue un personaje más que extraño. Su hermano David falleció en un accidente cuando él tenía apenas seis años. La madre, hondamente abatida, se encerró en su dormitorio sin deseos de ver a nadie, mucho menos a James. Desde entonces James experimentó varios años de abandono y relegación. En la adolescencia se le descubrió un extraño caso de enanismo, que solo le permitió alcanzar una talla de 1,47 m. Antes de morir uno de sus brazos quedó inutilizado sin causa fisiológica aparente, de modo que en sus últimos días Barrie fue una suerte de Capitán Garfio setentón y de metro y medio.

Emilio Salgari, famoso por sus novelas juveniles, tuvo un final espantoso. Antes de matarse, presa de una crisis psiquiátrica, escribió cartas que dirigió a los periódicos de Turín (“Vencido por todo tipo de desgracias, reducido a miseria a pesar del enorme trabajo, con mi mujer loca en el hospital, a la que no puedo pagar sus gastos, me quito la vida”), a sus editores (“A vosotros, que os habeis enriquecido con mi sudor manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o algo peor, pido solo que, en compensación de las ganancias que os he proporcionado, paguéis los gastos de mi entierro”) y a sus hijos (“Soy un vencido. La locura de vuestra madre me ha partido el corazón y todas mis fuerzas”). Murió atravesándose un cuchillo en el vientre.

Antoine de Saint-Exupéry, padre del maravilloso Principito y aviador francés, salvó de morir en plena Segunda Guerra Mundial, cuando su avión fue abatido por naves enemigas. En julio de 1944 integró la misión de reconocimiento que organizaba el desembarco de los aliados en el sur de Francia. Al cabo de pocas horas de su partida los radares dejaron de ver el Lightning 38 que piloteaba. Sesenta años después, en abril de 2004, el avión de Saint-Exupéry fue hallado frente a las costas de Marsella. No tenía huellas de balas. Su cuerpo nunca fue encontrado.