martes, enero 17, 2006

Otro-No

Gracias a Lado B he tenido la suerte de conocer a mis amigos Augusto Effio, Hernán Polo y Carlos Barrientos, autores de Otro-No, un divertido blog que incluye un manifiesto, una queja por su posición en el ránking de Perublogs y sobre todo enlaces a otras páginas propias. En una de ellas podremos encontrar un post estupendo, mi favorito, titulado "Sistema de p(l)icas". Es una crónica chispeante e informada sobre el mundo de los concursos literarios, escrita a raíz de los recientes desencuentros ocurridos en la entrega del Premio Planeta y el Rómulo Gallegos.
La anécdota que me ha dejado con la boca abierta refiere que, como jurado, Oswaldo Reynoso solo acostumbra leer el primer y el último párrafo de los participantes en un concurso de cuentos. Solo en el caso que le atraigan esas pocas líneas el autor de Los inocentes se tomará el trabajo de leer íntegramente el texto. Lo terrible de todo es que esos cuentos han pasado previamente por una suerte de "comité de selección", que ahorra el trabajo a los jurados eliminando relatos inmaduros o con tropiezos gramaticales.
El autor de la nota, Augusto Effio, curiosamente ha obtenido dos galardones en sendos concursos de literatura: oro en Crisol y plata en Copé.
Muy recomendable también es Nanologías, un blog de relatos brevísimos.
No se los pierdan.

sábado, enero 14, 2006

El Diario del Chavo

Los fanáticos del Chavo del Ocho recibimos con entusiasmo la aparición del Diario escrito por Roberto Gómez Bolaños. Esperábamos datos nuevos y curiosidades nunca antes vistas en la televisión: quizá el nombre verdadero del protagonista o noticias sobre la esposa del señor Barriga. A decir verdad, solo en las primeras páginas pueden hallarse testimonios novedosos, como menciones a la madre del Chavo (“A mi mamá sí la conocí, pero nomás tantito”) y a su paso por un orfanato. La encargada del hospicio era la señora Marina, una mujer tosca y amargada que constantemente le imponía severos castigos. Otro dato desconocido hasta ahora es que el Chavo conoció allí a Chente, un niño de más edad que muere por enfermizo. El Chavo lo consideró su mejor amigo de esos tiempos. En la serie Chente es nombrado en varias ocasiones como su “amigo imaginario”.
La muerte es un tema repetido. La televisión solo la alude como un suceso antiguo o superado. Se dice que Federico Matalascallando, esposo de doña Florinda, murió en un accidente en el mar. También que la esposa de don Ramón falleció poco después de dar a luz a la Chilindrina. En el libro, por el contrario, la muerte se vive día a día. No solo muere Chente. También fallecen la viejecita que aloja al Chavo en la vivienda ocho y Jaimito el cartero. Este último caso sí es referido en la serie, pero el libro le adiciona una suerte de tierno dramatismo. Jaimito siempre está cansado, no sale de su casa y un día muere. El Chavo fue el primero en verlo: “Y hasta parecía como si estuviera soñando algo bonito, pues tenía cara de estar contento. Pero no puede ser, porque ni modo que le diera gusto morirse. O quién sabe, porque Jaimito el Cartero siempre decía que prefería evitar la fatiga. O sea que ya evitó la fatiga para siempre”.
Muchos chistes televisivos se repiten en el Diario. Dejándolos de lado, el libro aporta frases igual de hilarantes. De Jaimito se dice que el “pellejo le cuelga como moco de guajolote”. Doña Florinda pone “cara de vela derretida” cuando se enoja. Quico dice que las pulgas molestan a los perros y de paso a la gente, vale decir que “no solo perjudican a la Humanidad, sino también a la Perreridad”. El profesor Jirafales afirma que la escuela es la “fuente del saber”, y la Chilindrina anota que la Popis “no ha tomado ni una gota de agua de esa fuente del saber, que no ha pasado de hacer gárgaras”. En otra ocasión, el maistro habla de los problemas que causa el ruido. El Chavo piensa que el ruido hace perder el oído de mucha gente que escucha música a alto volumen. Y dice: “O sea: lo que hace daño es el volumen. Y por eso es por lo que Ñoño siempre anda enfermo: por el volumen que tiene”.
Hay por lo menos dos capítulos empañadores de ojos de la serie que se han dejado de lado. En el primero al Chavo se le atribuyen unos robos que no ha cometido y es expulsado de la vecindad. El libro se ocupa de una anécdota semejante, pero en ningún momento nombra al señor Hurtado, causante de todo el embrollo. Jamás se detalla el terrible rechazo que sufre el Chavo de sus amigos (uno a uno le gritan “ratero” con desprecio y resentimiento). El segundo capítulo es de lejos el más memorable. La vecindad en pleno viaja a Acapulco, se hospeda en un hotel de lujo, se divierte en la piscina y hace una fogata en la playa al atardecer. Dicho sea de paso, en ese momento se escucha “Buenas noches, vecindad”, la mejor canción de la serie. Pues bien, las vacaciones en Acapulco no aparecen en ninguna página del Diario. Beto a saber por qué.
Si el fanático desea más información, la página Chavo del 8 es muy recomendable. Contiene curiosidades, errores de producción, álbumes de fotos y sobre todo una impresionante trivia solo para conocedores, que contiene preguntas como: "¿Dónde vive la hermana de la Bruja del 71?" o "¿Dónde trabajó por primera vez el señor Barriga y qué hacía en ese trabajo?". Me saco el sombrero si alguien las contesta.
En resumen, la lectura de El diario del Chavo del Ocho es una experiencia parecida a ver una tarde tres o cuatro capítulos continuados de la serie, lo cual, a fin de cuentas, siempre se agradece.

lunes, enero 09, 2006

¿Por qué no vienen los Stones?

Un enterado artículo de El Comercio nos explica por qué los Rolling Stones no visitarán el Perú. La tarifa inicial para tener al supergrupo en Lima era de 1,8 millones de dólares, pero el impuesto a la renta, los gastos del local, el pago de derechos de autor y los impuestos municipales elevaban la cifra a 4,5 millones de dólares. Es decir, más del doble del precio base.
Con ese total, y asumiendo que 50 mil fanáticos hubiesen acudido al Estadio Monumental a verlos, la entrada promedio habría costado noventa dólares.
A fin de abaratar los costos, José Fernández, gerente general de Show S. A., visitó a cinco empresas grandes y les pidió cien mil dólares a cada una. Ninguna quiso auspiciar el concierto. Lo curioso es que esas mismas empresas sí hacen auspicios similares en países como Argentina o Chile.
Que esto sirva de lección a los ingenuotes, como este blogger, que soñaron con ver a las Piedras Rodantes por estos lares. Pero no se preocupen. Pronto nos caerá Daddy Yankee.

miércoles, enero 04, 2006

Protocolo Rorschach

Hermann Rorschach, psiquiatra suizo, es autor del famoso test del mismo nombre, que consiste en descubrir los rasgos del carácter y el germen de los problemas afectivos mediante la exposición al paciente de diez láminas con manchas de tinta. Esta es la idea que ha tomado Pedro José Llosa (Lima, 1975) para Protocolo Rorschach, finalista del Premio Nacional de Narrativa PUCP 2004, recientemente publicado. El libro está compuesto por diez cuentos, cada uno antecedido por una lámina. El primero, titulado “El test”, sirve como explicación o soporte al conjunto. El protagonista escribe una decena de historias, pues sabe que Rorschach se había inspirado en un número idéntico de relatos para inventar sus láminas. De este modo interpreta y actualiza al psiquiatra según una visión contemporánea.
A primera vista podría parecer un volumen demasiado conceptual o científico, pero la lectura de los cuentos nos desengañará rápidamente de este prejuicio. Quizá salvo “Hebefrenia”, que segrega mucha teoría psiquiátrica innecesaria entre líneas, los demás cuentos abordan temas de fracasos amorosos o infidelidades. Incluso los tres últimos (“Luz verde”, el ya mencionado “Hebefrenia” y “La niña de Onetti”, finalista del Copé 2004) abordan relaciones amorosas entre hombres ya adultos con niñas o adolescentes.
En “La niña de Onetti”, que me parece el mejor cuento del libro, un periodista sigue el caso de una muchacha uruguaya, de 17 años, que se ha suicidado sin causa aparente. El autor se vale de este hecho para homenajear en pocas páginas al notable Juan Carlos Onetti, quien es llamado por un personaje como “el escritor de los tristes”.
Otro tributo semejante ocurre en “Buscando a Forster”. El protagonista es capaz de cualquier cosa (como involucrarse sentimentalmente con una inglesa espantosa de paso por el Perú) con tal de llegar a Cambridge y convertirse en el nuevo E. M. Forster.
En el estupendo cuento “Chacarita” el homenaje no es tan explícito, pero sí muy evidente. Un ingeniero físico argentino con gran éxito en Europa decide regresar a su patria para abandonar las ciencias y dedicarse a escribir y pintar. Para más señales, el físico en cuestión se llama Ernesto. En seguida el lector asume que se está hablando de Ernesto Sabato y página tras página espera que se aborde algún rasgo conocido en la biografía del autor de El túnel. El personaje, sin embargo, da un giro imprevisto y se transmuta en una suerte de Juan Pablo Castel, capaz de matar a la mujer que lo obsesiona.
A pesar de algunos relatos poco satisfactorios (“Parricidio”, “Horas de vuelo”), Protocolo Rorschach tiene nota aprobatoria. Antes de este libro Pedro José Llosa había publicado Viento en proa, ganador del Premio Dedo Crítico 2002.