jueves, enero 28, 2010

J. D. Salinger (1919-2010)



Recuerdo un incidente importante que ocurrió justo un día o dos después que Bobby y yo llegamos a Nueva York. Yo iba por Lexington Avenue, en un ómnibus repleto, aferrado al pasamanos esmaltado, cerca del asiento del conductor, culo contra culo con el tipo que tenía detrás. Desde hacía varias cuadras el conductor había ordenado varias veces a los que estábamos agolpados cerca de la puerta delantera que «nos corriéramos hacia atrás». Algunos de nosotros habíamos tratado de complacerlo. Los demás no. Por último, aprovechando una luz roja, el atribulado conductor se dio vuelta en su asiento y me miró a mí, que estaba justo detrás de él. A los diecinueve años, yo iba sin sombrero, con el pelo aplastado, negro, no demasiado limpio, estilo pompadour continental, por encima de unos tres centímetros algo desiguales de frente. Se dirigió a mí en un tono de voz baja, casi prudente:
—Bueno, compañero —dijo—. A ver si movemos un poco ese culo.
Creo que fue lo de «compañero» lo que me molestó más. Sin tomarme siquiera el trabajo de inclinarme, o sea, de mantener por lo menos la conversación en el plano privado, de bon goût, en que él la había iniciado, le informé, en francés, que era un grosero, un estúpido, un imbécil prepotente, y que nunca sabría cuánto lo detestaba. Acto seguido, bastante satisfecho, me corrí hacia el interior del autobús.

(De «El periodo azul de Daumier-Smith»)

Imagen: www.answers.com

4 comentarios:

Anónimo dijo...

rebeca1911@gmail.com

Anónimo dijo...

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http://libroslibresmusicalibre.blogspot.com/2010/01/el-testamento-de-jdsalinger.html

Anónimo dijo...

Mi amor

ComOrg dijo...

gran autor....
http://gustoporlalectura.blogspot.com