
Naturalmente, estos detalles no fueron el gran motivo por el que compré el libro. En realidad, yo quería enterarme del pleito con Carlos Villagrán, pero sobre todo del romance con Florinda Meza, en tiempos en que Gómez Bolaños estaba casado y tenía cinco hijos.
Quico es el que peor parado sale de Sin querer queriendo. Como sabemos, Villagrán tuvo un problema legal con Gómez Bolaños cuando se separó del grupo, pues no deseaba incluir en sus espectáculos individuales la frase: “Agradecemos a Roberto Gómez Bolaños su autorización para usar el personaje de Quico, que es de su creación”. El lío continuó durante muchos años, aunque ahora parece haberse aplacado, pues Villagrán asistió a un homenaje reciente a Chespirito y al cabo de algunos inconvenientes se incluyó a Quico como personaje en la serie animada que se transmite actualmente (y que por cierto es un desastre).
El romance con Florinda, en cambio, es tratado con mucha delicadeza, por el respeto que guarda Gómez Bolaños hacia su primera mujer. Eso sí, se cuentan los detalles del primer beso y de la lenta separación con Graciela.
La prosa, aunque ágil y amena, no es precisamente bella y desafortunadamente no carente de descuidos. Por ejemplo, Gómez Bolaños usa el adjetivo “delicioso” para referirse a una gran variedad de cosas: a la ciudad de Bariloche, a su esposa Florinda, al personaje del licenciado Morales de Los Caquitos o al de la Bruja del 71. En la página 375 este error se le chispotea dos veces.
Lo inédito, por lo menos para un lector peruano, son los comentarios políticos del autor. Así como echa pestes del PRI y del Subcomandante Marcos, Gómez Bolaños inventa elogios para el presidente Fox, a quien apoyó durante su campaña presidencial.
Sobre nuestro país hay una historia muy peruana. Cuando Chespirito llegó al Perú como parte de una gira internacional, los empresarios no cumplieron con las normas de pago del contrato y el elenco decidió no viajar de Lima al Cusco. Tras superar el problema, los mexicanos no encontraron un vuelo comercial y debieron trasladarse a bordo de uno de los aviones del ejército, que, como bien explica el autor, “no se distinguen precisamente por su comodidad”. En todo caso, Gómez Bolaños olvida este percance y manifiesta su admiración por Machu Picchu y la ciudad de Iquitos, desde donde partió a través del Amazonas a un campamento en la profundidad de la selva.
Sin querer queriendo es también un recuento de todos los famosos personajes que ha conocido Gómez Bolaños: Emilio Azcárraga, Tin Tan, Capulina, Gabriel García Márquez, Maradona, Pelé y un nutrido etcétera. Un dato para los aficionados al fútbol: el autor se ufana de ser amigo de dos grandes jugadores que tuvieron éxito en México: Alex Aguinaga, el excelente mediocampista ecuatoriano, y el delantero chileno Sebastián "Chamagol" González, que celebra sus goles imitando al Chapulín Colorado o a Don Ramón.
Los dejo con una anécdota muy divertida del autor que viene a cuento:
“Mi nieto Roby, hijo de mi hijo Roberto, estaría tiempo después inscrito en una escuela de San Diego, California, donde los pequeños estudiantes debían responder varias preguntas, una de las cuales era: ‘¿Quién es tu personaje favorito’, y mi orgullo alcanzó alturas insospechadas cuando supe que Roby había respondido: ‘Mi personaje favorito es mi abuelo Róber’ (que soy yo). Pero luego le preguntaron: ‘¿Y por qué es tu personaje favorito el abuelo Róber?’. Y mi nieto respondió: ‘Porque es amigo de Ricky Martín”.