
1. Travesuras de la niña mala de Mario Vargas Llosa. Luego de una novela más bien lenta y conceptual (El paraíso en la otra esquina), Vargas Llosa publicó este año Travesuras de la niña mala, una historia de amor que dura cuarenta años en la vida de Ricardo Somocurcio, un traductor algo opaco que sueña con vivir en París. Ricardo se enamora fulminantemente de la “niña mala” desde que la conoce en Miraflores a principios de la década de 1950. Años después, ya instalado en Francia, Ricardo la vuelve a encontrar, pero ella solo acepta su amor de manera esporádica o circunstancial. Para la “niña mala”, Ricardo es un hombre gris, con sueldo irrisorio y departamentito pobretón. Por eso prefiere marcharse sucesivamente con un guerrillero castrista, un funcionario francés, un millonario londinense y un mafioso japonés. Travesuras de la niña mala, elegida como la novela del año por Le Point, está narrada en forma lineal y comenta en sus páginas los cambios políticos ocurridos en la segunda mitad del siglo XX, en el Perú y el resto del mundo. Si tuviera que otorgarle un adjetivo a esta excelente novela, sin duda sería el de apasionante.
2. Los boys de Junot Díaz. Pese a que vivió hasta los siete años en República Dominicana, Junot Díaz publicó su primer libro de cuentos en inglés, con el título de Los boys (o Drawn según el original). Los dos grandes escenarios son los pueblos pobres dominicanos y los barrios bajos de Nueva Jersey. Todos los cuentos de Los boys son notables, pero destacan tres que solo pueden ser calificados de geniales e imprescindibles: “Israel”, “Fiesta, 1980” y “Negocios”. La recomendación de este libro tiene carácter de urgencia. Vaya a conseguirlo apenas acabe con este post.
3. Hijo de Jesús de Denis Johnson. Si alguien cree que la literatura con personajes marginales y nocturnos (tan de moda por estos lares durante varios años) no tiene nada más que decir, puede ir cambiando de opinión en este mismo momento. Hijo de Jesús es el mejor libro sobre jóvenes y drogas que he leído en mi vida. Denis Johnson describe como nadie las alucinaciones causadas por los narcóticos, de forma que el libro segrega asfixia e inquietud en todas sus páginas. Es característico también que sus personajes confundan los tiempos y las situaciones. Uno de ellos dice: “Se vivían muchos momentos por el estilo en el Vine: llegabas a pensar que hoy era ayer, ayer era mañana, y así todo el tiempo”.
4. La casa pierde de Juan Villoro. En este libro se pueden encontrar por lo menos dos cuentos extraordinarios: uno sobre boxeo (“Campeón ligero”) y otro sobre fútbol (“El extremo fantasma”). En realidad, el volumen es fantástico desde el título: La casa pierde alude al tema del juego y el azar, pero desde un punto de vista más bien desesperanzado. Muy recomendable también el cuento “Corrección”, que afina la puntería hacia el trabajo y las envidias de los escritores. Villoro, como buen cronista, es un maestro del adjetivo. Inevitable leerlo con cuaderno de apuntes al lado.
5. Infierno grande de Guillermo Martínez. Por lo menos cuatro cuentos de este libro me dejaron hecho una pieza y con la boca abierta. Me refiero a “Infierno grande”, “Esa cuestión de orificios”, “Un descenso al infinito” y “Retrato de un piscicultor”, todos relatos de primerísimo nivel. Martínez, que tiene un doctorado en Ciencias Matemáticas, ha declarado que existe “una analogía bastante estrecha entre el modo de concebir la solución de un problema en matemática y su posterior codificación por escrito en ese texto que se llama demostración, y la manera de imaginar en literatura y su posterior codificación por escrito en esos textos que llamamos cuentos o novelas”. Solo por esa declaración valdría la pena interesarse en este sorprendente volumen.
Este año he leído más libros peruanos que en 2005.
Entre los libros de cuento, me quedo sin duda con Lecciones de origami, brillante debut de Augusto Effio. Valiéndose de la corrupción como gran tema literario, Augusto Effio ha publicado seis relatos muy bien pensados y muy bien escritos. No se pierdan el cuento que da título al libro, “La última entrega de Jesús Camarena” y “Un parpadeo de Gene Hackman”. A echarle el ojo de inmediato.
Muy recomendable también La habitación del suicida de Miguel Ruiz Effio (sobre todo por “Derechos de autor”) y Los olvidados (no los de Buñuel, los míos) de Rossana Díaz Costa (de quien resalto “No es serio este cementerio”, “Achtung Andalucía” y “La lucha contra el estornino”). Pasajeros perdurables, la antología de Iván Thays, sobresale por la originalidad y por los cuentos elegidos, pese a las ausencias. Eso sí, altamente destacable el delicioso hallazgo de Gastón Fernández.
En 2006 leí dos novelas de Santiago Roncagliolo: la premiada Abril rojo y El príncipe de los caimanes. De lejos me quedo con esta última: la historia de dos cazafortunas, bisabuelo y bisnieto. El primero busca hacerse rico con la explotación del caucho, mientras que el otro, en distinto plano temporal, anhela viajar a Miami para ganar mucho dinero. El príncipe de los caimanes contiene fragmentos notables, especialmente los referidos a la descripción del paisaje amazónico. Curiosamente Roncagliolo aceptó escribir esta muy buena novela pese a no conocer la selva. Los datos que consigna estuvieron basados en libros que debió leer forzosamente a manera de documentación.
Finalmente, dos libros para fanáticos. El primero es Entrevistas escogidas a Alfredo Bryce de Jorge Coaguila, un conjunto repleto de anécdotas, datos curiosos y frases magistrales. Contra lo que se puede pensar, Alfredo Bryce no es precisamente un buen entrevistado. Puede ser muy locuaz o divertido al hacer declaraciones, pero casi nunca dice algo novedoso. Por eso es meritorio este libro colmado de datos y noticias. Resalto especialmente la entrevista de Milagros Leiva, que consigue declaraciones de Bryce acerca de la relación con su madre, que muchas veces fue más que espinosa.
El segundo libro es El archivo personal de Julio Ramón Ribeyro, de Luis Fuentes Rojas. El volumen recoge 26 artículos no publicados antes en La caza sutil, la mayor bibliografía que se puede encontrar sobre el autor limeño y la reproducción de las carátulas de todas las ediciones ribeyrianas, incluso las extranjeras. Imprescindible (aunque por desgracia inhallable en librerías actualmente).