
Estos son los cinco mejores libros que he leído este año. Como se verá, mis lecturas son algo desordenadas e incluso desactualizadas, pero no me quejo. Ahí les va:
1. Desgracia de J. M. Coetzee. Desgracia es al principio la oscura historia de un profesor que se involucra con una de sus alumnas, pero paulatinamente aborda asuntos más trascendentes, como el clima político y social en la Sudáfrica de nuestros días. “Sombríamente magnífica”, dijo de la novela The Sunday Times. Es el mejor rótulo que puedo encontrar para un libro tan estupendo, sin duda mi mejor experiencia como lector en este año. En 2005 leí también Infancia, las memorias de Coetzee (en la foto), que de entrada llama la atención por estar narradas en tercera persona, desde la perspectiva y la sensibilidad de un niño de diez años. Es igualmente recomendable.
2. El periodista deportivo de Richard Ford. Esta novela me derrumbó por lo buena que es. Cuenta la historia de Frank Bascombe, un reportero de deportes con un divorcio y un breve éxito como narrador a cuestas. Bascombe es un hombre completamente gris, turbio y desencantado; por momentos parece un personaje de Ribeyro. El libro estuvo considerado en todas las listas de la década de 1980 y entre las mejores publicaciones en inglés del siglo XX.
3. El lector de Bernhard Schlink. Convertido en un escritor reputadísimo desde la publicación de El lector hace diez años (su libro fue un éxito en Europa y también en Estados Unidos, gracias a la recomendación que hizo Oprah Winfrey en su famoso programa de televisión), Bernhard Schlink es un autor muy curioso. Trabaja como profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Humboldt de Berlín. Es juez de profesión y ha declarado que estudió Leyes “porque un abogado siempre debe llegar a un resultado y no puede perder el tiempo en discusiones filosóficas o literarias”. Schlink es creyente, acude al templo con frecuencia y es conocido en Europa por sus novelas policiales.El lector narra el romance entre Michael Berg, un estudiante de quince años, y Hanna Schmitz, una mujer veinte años mayor. Los encuentros amorosos entre ambos son matizados por las lecturas en voz alta que él hace para ella. Le lee fragmentos de la Odisea, de Guerra y paz o de Emilia Galotti de Schiller. El caso es que Hanna desaparece un buen día, y lo que parecía una historia de amor y erotismo se transforma en una novela de tinte ideológico. Años después, Michael decide estudiar Derecho y acude al juicio de un grupo de mujeres acusadas de criminales de guerra nazis. Una de ellas es Hanna. Michael se pregunta cómo una mujer tan dulce como Hanna pudo haber cometido semejantes brutalidades. En realidad, la gran virtud de Schlink es que plantea cuestiones morales a todos sus personajes, que rápidamente son tomadas como propias por el lector común. Nadie que haya leído ese libro puede salir indemne de cuestionarse a sí mismo con preguntas esenciales. Con mucha más razón si se trata de un lector proveniente de países como el Perú, en cuya historia reciente se recuerda una guerra terrible contra el grupo terrorista Sendero Luminoso.
Leí este libro gracias a mis grandes amigos del foro de Clubcultura (grandes amigos como Gerardín, habitual visitante de este blog). Recuerdo que Don José y Amador me lo sugirieron incesantemente a principios de 2005. Les agradezco la recomendación de un libro magnífico.
4. Hablando del asunto de Julian Barnes. Hacía años que deseaba leer algo de Barnes. Gracias a esta novela divertidísima sospecho que me voy a convertir en uno de sus más fervientes seguidores. Narrada desde la perspectiva de tres actores principales (Stuart, Gillian y el antipático Oliver), Hablando del asunto aborda un triángulo amoroso atroz, un tema que a primera vista podría parecer desgastado, pero que el ojo de Barnes ha sabido encaminar deliciosamente. Ingenioso, inteligente y juguetón son tres adjetivos que le caen muy bien al libro.
5. El valor de elegir de Fernando Savater. Este libro, demoledor como todos los del gran filósofo español, aborda una pregunta sustancial: ¿Para qué sirve la libertad? Todos nuestros actos son en realidad elecciones. Vivimos eligiendo tal o cual acto. Esto es lo que nos distingue del resto de seres vivos, mucho más que nuestra configuración genética o nuestras características físicas. La libertad de la que disponemos es tan necesaria como abrumadora, pero Savater nos enseña sabiamente a encaminarla. “Elegir la verdad” y “Elegir la humanidad” son mis capítulos favoritos. Entrando al terreno de las confesiones, diré que este libro me ha cambiado un poco la vida. Varias veces en este año me he sorprendido a mí mismo citando al libro hasta en las peleítas que ocasionalmente se me cuelan (los oponentes sabrán disculpar mis entusiasmos).
6. No he revisado muchos libros peruanos este año, pero de todos modos quiero mencionar dos. El primero es Permiso para sentir de Alfredo Bryce, la continuación de sus antimemorias. Solo he leído la segunda parte, naturalmente impulsado por los artículos y las cartas de protesta que se publicaron por personajes mencionados en el volumen. El libro es polémico y sincero, pero intuyo que contiene más imaginación de la necesaria para un libro de corte autobiográfico.
El segundo libro es ideal para vargasllosianos, como quien escribe. Mario Vargas Llosa / Entrevistas escogidas de mi amigo Jorge Coaguila agrupa ordenadamente 24 conversaciones con el autor de La casa verde, en un periodo que abarca desde 1964 hasta 2003. Vargas Llosa habla de sus cambios políticos, habla de cine, de libros, de autores, de sus trabajos, de sus proyectos... ¿Existe placer mayor?
7. Dejo para el final los libros que menos me han gustado. De Pudor de Santiago Roncagliolo ya he hablado brevemente en un anterior post.
Las películas de mi vida de Alberto Fuguet me parece también un desacierto. Probablemente es muy original construir una novela basándose en los filmes que marcaron nuestra infancia, pero sinceramente es el único mérito que encuentro en este caso. El libro es plano por donde se le mire.
El turno del escriba, de Graciela Montes y Ema Wolf, es el mayor somnífero literario que ha caído en mis manos en los últimos meses. No los he leído a todos, pero apostaría a que es el peor premio Alfaguara de la historia. Ideal para lecturas nocturnas. El sueño lo vencerá en un dos por tres.