Avenida Costanera, cuadra 15, La Perla
En La ciudad y los perros, el Leoncio Prado tiene lugar central: «Cuando el viento de madrugada irrumpe sobre La Perla, empujando la neblina hacia el mar y disolviéndola [...] el recinto del Colegio Militar Leoncio Prado se aclara como una habitación colmada de humo cuyas ventanas acaban de abrirse». Para tirar contra —escaparse—, los cadetes trepaban por sus muros y veían «la armoniosa línea de palmeras que escolta la avenida Progreso». En julio de 1964, ex alumnos leonciopradinos acusaron a Vargas Llosa de extremista y el entonces presidente del Centro de Estudios Histórico Militares declaró que La ciudad y los perros era un «libro repugnante que injuria la memoria del héroe de Huamachuco».
Llamada 20 de Setiembre hasta la década de 1930, en honor al aniversario de la República de Italia, esta calle cambió de nombre por presiones de la diplomacia de ese país, indignada porque la memoria de su patria se estaba manchando con una vía que era en realidad un conglomerado de bulines al paso. Tras la protesta, la calle pasó a llamarse Huatica, por el río que corría adyacente, y finalmente se denominó Renovación, hoy un lugar más que peligroso. En La ciudad y los perros, el cadete Fernández, incitado por los relatos de sus compañeros de sección, se convence de ir a visitar a la Pies Dorados, en la cuarta cuadra de Huatica, «aunque tuviese que robar 20 soles, aunque le contagiaran una sífilis».
Plaza Manco Cápac
La Victoria
A un paso de su debut sexual, Alberto Fernández observa el monumento de piedra al primer inca y recuerda lo que decía el cadete Vallano sobre él: «Manco Cápac es un puto, con su dedo muestra el camino de Huatica».
Bar La Catedral
Avenida Alfonso Ugarte, cuadra 1
La primera vez que Vargas Llosa pisó La Catedral ocurrió en 1956, luego de recoger a su perro Batuque, que había sido capturado por el camión de la perrera. Absorto por el espectáculo de ver a dos empleados masacrando a palos a los animales que nadie reclamaba, el escritor, con Batuque en los brazos, llegó de casualidad a este local, que en Conversación en La Catedral describe como un recinto que «huele a sudor, ají y cebolla, a orines y basura acumulada». Tres décadas después el grupo Kloaka organizó allí un legendario recital poético. Años más tarde, La Catedral —llamada así por su inmenso y peculiar portón de entrada— se transformó en depósito de carretillas de emolienteros y vendedores de fruta. Hoy se encuentra abandonado.
Colegio Champagnat
Calle Martín Olaya, cuadra 1, Miraflores
Vargas Llosa se enteró de la noticia de un niño emasculado por un perro mientras leía el diario en un colectivo que atravesaba la avenida 28 de Julio. Ese fue el punto inicial para escribir Los cachorros, la historia de Pichula Cuéllar, un alumno de cuarto de media, estrella de la selección de fútbol de su clase. Un día, el temible danés Judas, guardián del colegio, ingresó rabioso a los camarines mientras Cuéllar se bañaba y no le dio tiempo de escapar. «El baño entero era purita sangre», dijo uno de sus compañeros tras el accidente.
Casona de San Marcos
Avenida Nicolás de Piérola, cuadra 12, Lima
Pese a las protestas de su familia, que prefería la Universidad Católica, Vargas Llosa ingresó a la Universidad de San Marcos en 1953. En su ensayo «El país de las mil caras» escribe: «La dictadura [de Odría] había desmantelado la universidad. Había profesores en el exilio y el año anterior una gran redada había enviado a decenas de estudiantes a la cárcel o al extranjero. Una atmósfera de recelo reinaba en las aulas, donde la dictadura tenía matriculados como alumnos a muchos policías». Novelas como Conversación en La Catedral, La tía Julia y el escribidor y El hablador se ambientan en esta universidad.
Hotel Bolívar
Jirón de la Unión, cuadra 9, Lima
El Grill del Bolívar, cerrado hace un par de décadas, fue el escenario del primer beso de Marito y Julia, en La tía Julia y el escribidor. El entusiasta tío Lucho, que cumplía 50 años, propuso hacer allí una gran celebración con bailes y copas. Marito, que llevaba «una camisa limpia y una corbata llamativa» para compensar «lo viejo y arrugado del terno», bailó toda la noche con Julia. El primer beso fue en la mejilla, ante la cara de asombro de ella, «como si presenciara un prodigio». El beso en los labios ocurrió poco después y la dejó en la «estupefacción total».
Quinta de los Duendes
Calle Porta, cuadra 1, Miraflores
En 1955, Vargas Llosa acumuló seis trabajos (un año después serían siete), que le permitieron mantener su hogar con Julia Urquidi. La primera casa que alquilaron se ubicaba en un pasaje pequeñito en Miraflores llamado Quinta Inglesa, pero que por sus dimensiones ambos bautizaron como Quinta de los Duendes. En El pez en el agua el autor dice: «Estaba en una quinta color ocre, de casitas tan pequeñas que parecían de juguete, al final de la calle Porta, donde esta se angostaba y moría en un muro que la separaba entonces de la Diagonal. Constaba de dos cuartos y una cocinita y un baño tan diminutos que solo cabía en ellos una persona a la vez y frunciendo la barriga».
Avenida Brasil, cuadra 3, Breña
El narrador de Historia de Mayta afirma que conoció a este personaje en el Salesiano, un colegio «de estratos pobres de la clase media». Mayta siempre fue un muchacho pintoresco. Antes de tomar el ómnibus de regreso a Magdalena, entregaba su pan con queso de la merienda a don Medardo, un cieguito que se apostaba con su violín afuera del colegio. Mayta «andaba siempre hablando de los pobres, de los ciegos, de los tullidos».
La Casa Blanca
Malecón Mario Vargas Llosa, cuadra 5, Barranco
Desde el legendario mitin de la plaza San Martín, en 1987, la vida de Vargas Llosa dejó de ser privada. «A cualquier hora del día y de la noche hubo gente en mi casa de Barranco, celebrando reuniones, entrevistas, programando algo [...]. Salas, pasillos, escaleras, estaban siempre ocupados por hombres y mujeres que muchas veces yo no conocía [...], lo que me recordaba un verso de Carlos Germán Belli: ‘Esta no es su casa, usted es un salvaje’». Años después se transformó en un moderno edificio de departamentos. En la fotografía se aprecia el sexto piso iluminado, allí donde el autor tiene su biblioteca y su estudio de trabajo, frente a las aguas del Pacífico.
Hola,
ResponderBorraren la feria del libro entrevisté a Fuguet para mi blog y me animó a hacer un tour Vargas llosa. Pienso hacerlo en setiembre, comenzaré con la Ciudad y LOs Perros, y al igual que tú, en miblog postearé extractos de la novela con las fotos actuales.
Estamos en contacto.
Saludos
HENRY FLORES
www.henryflores.blogspot.com
www.revistademo.com
Además de tener un blog muy enterado del acontecer literario, eres un periodista muy atrevido, ir solo a fotografiar todos esos lugares que en la actualidad son peligrosos, sí que merece una felicitación.
ResponderBorrarAbrazos, valiente J.B.
Bethuel, eres un poco, un poquiiiiito cachupín.
ResponderBorrarOK, confieso que la parte logística de este post tuvo tu ayuda. O más bien: la ayuda me la dio la moto en la que me llevabas.
Aún recuerdo que al final me dijiste: "Ya, ya, cáete con la gasolina".