A Albert Camus se le atribuye una frase absurdamente premonitoria: “No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil”. A decir verdad, no son pocos los escritores que han fallecido por esta lamentable causa. El mismo Camus, por ejemplo, murió en un accidente de carretera: se estrelló contra un árbol de la carretera nacional 5, el 4 de enero de 1960, en Villeblerin, cerca de París. En 1957, a los 44 años, había obtenido el Nobel de Literatura.
El 23 de marzo de 1980 el profesor Roland Barthes cruzó distraídamente la Rue des Écoles en París y no vio a la camioneta de reparto que terminaría por atropellarlo. El impacto fue tan brutal que el rostro de Barthes quedó desfigurado por completo.
En el momento de su accidente, W. G. Sebald (en la foto), autor de Austerlitz, era profesor de literatura en la Universidad de Norwich. El 14 de diciembre de 2001, al final de clases, mientras conducía a casa en compañía de su hija, sufrió un ataque al corazón, se descarriló súbitamente y chocó contra un camión. Murió en el acto. Tenía apenas 57 años. Sebald, que había comenzado a publicar sus primeros libros a los 46, era entonces un autor de culto para sus todavía escasos lectores.
Un caso parecido fue el de Gesualdo Bufalino. Aunque escribió sus versos iniciales a los once años, no fue sino hasta 1981 que su magistral primer libro, Perorata del apestado, fue por fin publicado. En pocos años vieron la luz, entre otros títulos, Argos el ciego y Las mentiras de la noche. Con más de seis décadas a cuestas, Bufalino era considerado una revelación de las letras. Por ese motivo, su muerte, ocurrida en una carretera estatal entre Vittoria y Comiso, en Ragusa, el 14 de julio de 1996, fue una desgraciada sorpresa.
La tragedia más reciente ocurrió en julio de 2005. Saúl Yurkievich, que falleció al sureste de Francia, era conocido por sus trabajos poéticos y quizá sobre todo por su labor como publicista de la obra de Julio Cortázar. Según los gendarmes franceses, Yurkievich tuvo unos fatales segundos de sueño mientras manejaba por la carretera de Caumont-sur-Durance, cerca de Aviñón.
Es cierto, en general los accidentes son ademas de imprevistos absurdos, es como si alguien en algun lugar se diera cuenta de pronto que se te acabó el tiempo y aprovecha la situación más inesperada para sacarte de tu vida, ó cambiartela para siempre.
ResponderBorrarEsa idea es la que a veces me hace asombrarme por estar todavía aquí.
Sobre todo porque he tenido oportunidad de sufrir accidentes que podrían haberme costado la vida.
Pero nadie se muere en las vísperas.
Me gustó mucho el artículo